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Brummm, brummm

El pequeño Marcelo (íbamos a utlizar un nombre ficticio pero por expreso deseo de su familia utilizamos el real) es un luchador desde su llegada a este mundo hace algo más de un año. Por desgracia, la cruel enfermedad oncológica ha hecho presencia en su vida y, a pesar de una lucha incansable, ha terminado ganando la batalla.

Marcelo pasa sus últimos días rodeado de todo el cariño de sus familiares, y de toda la familia hospitalaria que lo atiende que ya lo han hecho también parte de sus vidas.

A pesar de su corta edad, Marcelo sabe muy bien lo que quiere, e incluso ha generado alguna que otra afición con la que disfruta especialmente, como es el caso de las motos. Dentro de los pocos gestos que realiza, el «brummm, brummm» del ruido de los motores lo interpreta magistralente girando su pequeña muñeca como si apretara el acelerador de su ficticia motocicleta.

Quiero compartir con vosotros esta historia, porque golpes de realidad como este, a veces son necesarios para que no perdamos la perspectiva de lo realmente importante y de lo realmente cruel que puede ser esa realidad. Estamos en fechas donde todo se desmadra un poco; estamos en una sociedad donde todo lo nuestro es prioritario y urgente y no perdemos un minuto en mirar alrededor para darnos cuenta de lo que pasa en nuestro entorno. Estamos perdiendo la necesaria e imprescindible capacidad que tenemos de emocionarnos, por prestar atención a la banalidad que hemos convertido en prioritaria.

Hoy he podido vivir una de esas situaciones que me ha producido muchas lágrimas y una gran satisfacción personal. Es de esos días que encuentras un sentido especial a tu trabajo y te sirven para reafirmar que eso es lo que quieres hacer.

A petición de la Oncóloga del Servicio, se nos realizó una petición para dar un capricho especial al pequeño Marcelo. Todo lo que había que hacer era conseguir una moto de juguete y un motero que le hiciera entrega de la misma con toda su parafernalia. Imprescindible casco, por supuesto.

Gracias a la generosidad de asociaciones y particulares, nuestro Centro cuenta con un banco de juguetes que utilizamos para suministrar material a las salas de juego de las plantas de pediatría, y cada vez que se nos reclama un regalo para un niño que cumple años o celebra algo especial. O para la Cabalgata anual de Reyes Magos que ya preparamos por la ilusión que sabemos que transmite a pequeños y adultos.

Pues dicho y hecho. Buceando en nuestro banco hemos encontrado una preciosa Moto de gran cilindrada, !con luz y sonido¡ que enseguida hemos identificado como la que Marcelo estaba esperando. Ahora nos faltaba el motero.

Por aquello de la confianza que a veces traspasa las barreras más básicas, hemos atracado sin mucho tiempo de reacción a nuestro compañero Jose Parejo, al que queremos agradecer infinitamente su predisposición para entregarse a esta causa.

Brummm, brummm 0

No ha habido que insistir. Envuelto en su parka, sus guantes y su flamante casco de motero, nos hemos dirigido a la habitación de Marcelo donde le ha ofrecido su presente.

No me siento capaz de explicar con palabras lo ocurrido esos minutos. El ver cómo sus ojos o sus gestos aprobaban el detalle o cómo mostraba su curiosidad hacia el casco y a quien se escondía tras él.

Minutos de emociones viviendo en primera persona la entereza de una familia entregada a su hijo, un personal que junto a cada medicación inyecta cariño sin dosis mínima y un instante de esos de grabar en la mente para no olvidar que ese es tambièn nuestro trabajo.

Posiblemente esa haya sido nuestra despedida del pequeño Marcelo, pero nos basta con pensar que, en su pequeña memoria, allá donde vaya, irá con su flamante moto nueva para jugar siempre que quiera.

Y ahora, tras digerir esos instantes y volver a colocar la coraza de la bata blanca que nos ayuda a llevar el día a día, miras tu lista de preocupaciones y, sin terminar de leerla, la tiras a la papelera. Otra lección más para nuestra mochila.

¡Feliz Navidad Marcelo!

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